Ecoestética y producción visual por Othón Téllez
Cuando conocí la obra de Guillermina Ortega me vino a la mente de inmediato el concepto de ecoestética, acuñado y definido con precisión por el maestro Juan Acha, en un texto publicado en los ochenta de la manera siguiente: “…la ecoestética constituye la cultura estética en su acción modeladora de las sensibilidades personal y colectiva, que suscitan en la persona individuaciones y socializaciones sensitivas, como respuestas que propiamente son identificaciones tanto con la persona del individuo como con los diferentes grupos de la colectividad.”
El proceso de producción de la obra de Guillermina siempre ha estado asociado indisolublemente a la presencia ecoestética, en sus diversas variables, a veces en la franca presencia de la natura que la rodea, otras más en los objetos tradicionales cargados de identidad regional, como lo podemos percibir en la serie de bateas intervenidas que realizara en el 2000, la maternidad misma que ella vivió de una manera intensa y sorprendente, así como las múltiples y diversas informaciones estéticas propias de las comunidades indígenas de Veracruz.
Por ello y con el objeto de acercarnos a la obra en sus diferentes valores, se vuelve necesario detenernos a revisar con detalle, los distintos referentes que a la autora le han impactado sensiblemente; es en este sentido en donde cobra importancia la experiencia académica realizada hace algunos años, en donde pudimos compartir con Guillermina a lo largo de más de diez meses, el proceso de revisión y análisis en la construcción de su discurso visual. Durante este período conocí parte de los procesos creativos desde donde la autora se desplaza: me asombré de su trabajo plástico ligado a los productos culturales de la región, conocí la fuerza de la presencia de los objetos cotidianos en su discurso artístico, valoré la presencia de la instancia primigenia en sus códigos estéticos; por todo lo anterior, la obra cuenta con una gran carga humanista, pues en cada una de sus piezas se ve reflejado el sentido del ser, de la mujer plena y su instancia femenina, del amor a la fertilidad y de la fuerte presencia sensual en sus códigos artísticos, los cuales despiertan los sentidos erógenos del espectador.
Un ejemplo que constata lo anterior es la instalación Kuchinà Puxcat, la cual con un gran sentido de elocuencia toca la vivencia cotidiana de las comunidades indígenas, de las tradiciones prehispánicas en las técnicas del quemado del barro, del tipo de acabados y resultados artesanales que impactan en un discurso artístico, provocativo a los orígenes a las tradiciones desde el planteamiento de un nuevo siglo.
Hacedora de arte que refleja productos culturales cargados de sellos arqueológicos y antropológicos, ricos en estéticas cotidianas y visión contemporánea Guillermina Ortega nos descubre con su obra, la fuerza de las significaciones en el arte.
Othón Téllez
Ciudad de México, Agosto de 2005.